SUPLEMENTO: Un día con la Brigada de Salvamento Minero

La Brigada de Salvamento Minero nació en 1912 con la intención de que la industria minera poseyera un servicio de rescates propio. El retén se instaló en Sama de Langreo, donde sigue estando hoy en día. Cuando tan sólo faltan dos años para que se cumpla un siglo de la existencia de esta organización, nos disponemos a analizar su desarrollo a lo largo de los años.

El cuerpo está formado por voluntarios que trabajan en el sector y destacan por su gran preparación. Los brigadistas desempeñan su labor de forma rotatoria: un mes en el cuerpo de salvamento y otro en la mina. Está compuesta por una cuadrilla de veintinueve miembros, que son distribuidos en seis equipos, los cuales se reparten en seis turnos.

Entre sus grandes intervenciones, no sólo cuentan con las mineras, sino que también han participado en operaciones de rescate en el Teide, México, o en choques de trenes. Otra actuación actual y destacable, fue la que realizaron en uno de los túneles de las obras de la Variante de Pajares. En dicha intervención, participaron junto con el cuerpo de Bomberos de Asturias.

Durante mucho tiempo, existieron dos cuadrillas destinadas, cada una, a una minera: una para la cuenca del Caudal y otra para la del Nalón. En aquellos años, las minas no disponían de los avances tecnológicos tan desarrollados de los cuales podemos disfrutar hoy en día. Esto acarreaba numerosas consecuencias. Por un lado, el trabajo en las galerías, la extracción del carbón y demás actividades eran mucho más duras, además de peligrosas y lentas. Claro está que el trabajo en aquella época era mucho más peligroso, ya que, como he dicho antes, la industria estaba menos avanzada y no se disponía de la seguridad de la cual podemos presumir ahora.

Son muchas las personas que han perdido la vida en las minas asturianas a lo largo de la historia. Y han sido muchos los accidentes vividos en ellas, en las cuales la Brigada de Salvamento Minero a adquirido un importante protagonismo y un toque de heroísmo muy considerable. Esto es así puesto que las cuadrillas de brigadistas siempre han realizado impecables intervenciones, poniendo toda su fuerza y empeño en situaciones críticas, poniendo su vida en juego para salvar la de otros.

En los últimos años, la Brigada de Salvamento Minero ha recibido diferentes conmemoraciones, halagando la impecable trayectoria que han ido marcando en su historia que, como ya he dicho, pronto cumplirá un siglo desde su fundación. Una de las más destacables, es la medalla de oro con distintivo azul del mérito de la Protección Civil española, en un acto que tuvo lugar en la sede de la Delegación del Gobierno en Oviedo. Dicha propuesta fue impulsada a través de la Delegación del Gobierno en Asturias, en un acuerdo con los sindicatos mineros SOMA-FIA-UGT y la Federación Minero-metalúrgica de Comisiones Obreras (CC.OO).

Y con este breve “esbozo”, no busco más que destacar las grandes hazañas que realiza la Brigada de Salvamento Minero y que, en muchas ocasiones, no se valora como es debido.

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REPORTAJE: Un día con la Brigada de Salvamento Minero

La labor de la Brigada de Salvamento Minero es algo tan cercano para mí que, como suele pasar, nunca he sentido intriga ni interés hacia ella. Este es un problema muy común: el hijo del médico no sabe que hace su padre; la hija del dueño de la funeraria, no entiende en que se basa éste trabajo; y así con casi muchos de los oficios maternos y paternos. Tal vez esto sería diferente si fuera un chico. Los hijos suelen tender da una forma más fuerte a admirar el trabajo de la figura paterna y aspirar a ser como él. Por ello, decidí pasar un día en el retén para tratar de cambiar mi visión hacia el trabajo de los brigadistas. Con esto no quiero decir que no sienta admiración hacia ellos, puesto que es mucha, sino que no siento atracción hacia este oficio en sí.

“El jefe siempre nos dice que si estamos así de tranquilos, es buena señal”, comenta uno de los brigadistas, mientras viaja efusivamente a través del mando por los canales de la televisión. Dos se están tomando un café y otros tres disfrutan de una cerveza: “sin alcohol, que estamos de servicio”. Así se pasan las horas de relax en el retén de la Brigada de Salvamento Minero. ¿Y si en la televisión no hay nada interesante? “Pues nos vamos a la cancha de detrás a jugar una «pachanga»_ de fútbol o la sauna, que nunca viene mal”.

Tras una breve, pero satisfactoria conversación, nos vamos a la cochera, donde me enseñan todos sus equipos. Pude así comprobar la gran fuerza y resistencia que necesitan tener estos hombres cuando uno de ellos me cuelga a la espalda uno de sus equipos de respiración, ¡casi me caigo de espaldas!. En el retén lo tienen todo preparado: los equipos preparados por si tienen que realizar una salida, equipos de respiración controlados y siempre a punto, una inmensa cantidad de aparatos y herramientas para poder realizar cualquier tipo de intervención.

El camión es un auténtico amasijo de estos instrumentos: equipos de escalada, sierras, colchonetas, sacos para inmovilizar a los heridos, mangueras, cámaras de visión térmica, hachas, medidores de todo tipo de sustancias (oxígeno, metano) y muchísimas cosas más. Todo es igual de necesario “nunca se sabe con que te vas a encontrar y qué tipo de herramientas vas a necesitar”, comenta el chófer de la brigada.

Con una pequeña demostración, tengo la posibilidad de ver como funciona una manguera destinada, principalmente, a apagar vehículos incendiados. “La peculiaridad de ésta es que lanza agua a presión, casi parece agua en polvo”, me explica uno de los brigadistas, mientras ayuda a su compañero a colocarse la maquila que acompaña a la manguera. Con un pequeño disparo, puedo observar la potencia de dicho aparato, el cual envía alrededor de medio metro hacia atrás al lanzador.

En el retén disponen de espacios destinados al ocio y otros al entrenamiento diario. Así, como comentaba antes, disponen de una sala con televisión, máquina de cafés y demás. Por otro lado, me encuentro con el gimnasio, una réplica de la rambla de una galería y con la sauna. “Muchos dicen que qué bien vivimos, por el tema de la sauna. Cierto es que es agradable, pero también ayuda a entrenarse. No todo el mundo soporta una temperatura considerablemente alta. A nosotros no nos queda otro remedio”.

La siguiente parada es la zona de prácticas y entrenamientos. Una exitosa imitación de la rambla de una galería sirve como instrumento para realizar intervenciones ficticias. “Más de una vez nos ha tocado hacer el papel de herido”, comentan entre risas. “¡Y terminar llenos de moratones y heridas!”, añade su compañero. En esta misma parte del retén, se encuentra el “túnel de humo”. En esta especie de laberinto, se realizan simulaciones de incendios. “La intención es ayudar a que la gente aprenda a mantener la calma en estas situaciones”. La maniobra es la siguiente: tras abandonar a las personas dentro de este laberinto, todo se llena de humo, a través de unos canales preparados para ello. Las personas que se encuentran en el túnel de humo tienen que mantener la calma, tratando de encontrar la salida con ayuda de unas flechas guía.

Y claro está que para formar parte del cuerpo de la Brigada de Salvamento Minero, hay que tener una fuerza física y ciertas capacidades muy importantes a la hora de realizar numerosas actividades e intervenciones. Como bien me explicaba más tarde el capataz jefe, Julio González, se realizan estrictas pruebas mediante prácticas y revisiones. A través de ellas se averiguan aspectos muy importantes como puede ser la resistencia o la capacidad pulmonar de la persona. Pruebas de en silicosis, pruebas de resistencia o de manejo de herramientas son algunas de las dificultades que deben superar todos aquellos trabajadores que trabajen en el sector minero y que deseen formar parte de esta cuadrilla.

Uno de los miembros de la brigada, Juan Carlos López, me acompañaba al exterior de las instalaciones para mostrarme otra de las zona de prácticas. Esta parte se trataba de un descampado en el cual se realizaban actividades de posteo, creación de galerías, etc. Detenidamente me explicaba aspectos básicos de estos ensayos, mediante los cuales se pueden determinar las habilidades de una persona a la hora de manejar herramientas específicas o trabajar con madera.

Los alrededores del retén son realmente interesantes. Dando un rodeo nos encontramos con un castillete de una mina ya sin actividad (y en el cual realizan simulaciones) y una de las galerías de la mina “La Malona”. Esta galería es muy peculiar, ya que está completamente reforzada con ladrillo, algo poco común en la minería. Frente al castillete, se encuentra una estatua que dicta los siguiente: “en recuerdo de José Manuel Fernández Felgueroso, presidente de Hunosa en el período 1976-1983 y cuyas cenizas reposan en este “Pozo Fondón” del que fue ingeniero Jefe.”, fechada en el 4 de diciembre de 1998. Y es que el retén de la Brigada de Salvamento Minero parece un pequeño museo al aire libre. A medida que vas caminando, te encuentras con interesantes máquinas antiguas, cabinas o aparatos de lo más antiguos. Y siguiendo con la parte ornamental, y no por ello menos interesante, vuelvo un momento al interior del edificio. En él puede ver diferentes fotos y murales en los cuáles se reflejaba un pequeño esbozo de la historia de la Brigada de Salvamento, fundada en 1912. Julio González me mostró un aparato de respiración recuperado desde Argentina de lo más antiguo y peculiar: “es impresionante que algo así se haya conservado hasta éstos tiempos. Está impecable”, decía ilusionado.

Pero, sin duda, la parte más interesante de este intenso día compartido con La Brigada de Salvamento Minero fue la tarde. Era martes y tocaba realizar una instrucción junto con el cuerpo de la Guardia Civil. Se trataba de simular un rescate a través de un castillete. El elegido fue el situado en el propio retén y del que ya he hablado anteriormente.

Cuando todos los equipos estaban preparados, se pusieron manos a la obra para rescatar “al minero herido”. Pude observar con mis propios ojos las duras labores que deben realizar estos hombres para conseguir vencer a numerosas dificultades con las que se pueden ir encontrando a medida que están realizando su trabajo; además de sentir el sufrimiento y la adrenalina que reflejaban sus ojos y las gotas de sudor que rodaban por las frentes de los brigadistas. “Es una simple práctica, todos sabemos que ese que ésta en atrapado es nuestro compañero realizando un simulacro. Una buena manera de sacar todo el empeño que llevamos dentro es hacernos a la idea de que realmente nuestro compañero, y amigo, está corriendo un grave peligro. Ahí es entonces cuando rendimos al doscientos por cien para luchar contra todo lo que se venga hacia nosotros”. Así me explicaba Julio González cómo accedía a la mente de su equipo para que lo hicieran “como realmente saben, perfecto”.

Fue un rato entretenido, aunque bañado en una inquietante tensión, a pesar del intento de convencerme repetidas veces de que “es una simulación, no pasa nada y nadie corre peligro”. Si para algo ha servido estar como espectadora de algo así, es para darme cuenta de lo realmente importante que es que éstos hombres tengan una sangre fría, por no decir congelada; ya que cualquier fallo o titubeo puede terminar de una manera fatal, triste y desagradable.

Y, como bien me habían advertido anteriormente, el resultado fue un agotamiento general por la intensa actividad que acababan de realizar. Como no, la peor parte se la llevo “el herido”, que al final resultó serlo realmente, recibiendo diversos golpes, arañazos y cortaduras fruto del “duro rescate” del que acababa de ser protagonista. “Es tan satisfactorio terminar algo así y ver que todo ha salido bien … Siempre había pensado qué se sentiría al hacer una hazaña así y desde que he pasado a formar parte de la Brigada de Salvamento Minero ya he podido disfrutar en mis carnes, por dos veces, de esta sensación”, confesaba uno de los brigadistas, mientras deshacía de su pesado equipo y se secaba el sudor de su frente, fruto del esfuerzo.

La conclusión sacada de este día, tal vez se podría considerar como un sentimiento de arrepentimiento por mi “ignorancia” a lo largo de años hacia el heroico trabajo del cuerpo de la Brigada de Salvamento. Pero este arrepentimiento se ve tapado con una nube de humo ya que es mucho más fuerte la admiración que provoca ver cómo estos hombres se juegan la vida continuamente para salvar la de otras personas. “Es nuestro trabajo, es cierto que podíamos haber estudiado cualquier otra cosa menos peligrosa, pero a mi me gusta esto. Es como el médico, se juega su prestigio y su confianza si una operación sale mal; pero el día que le salva la vida a alguien, el «chute» de adrenalina y ganas de seguir adelante que te da es impresionante. Mi abuelo formó parte de esta cuadrilla hace años y años. Siempre dije que quería ser como él. Y aquí estoy, por fín”, contaba Julio González. Sin duda, una gran experiencia este largo día con la Brigada de Salvamento Minero.

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ENTREVISTA a Julio González

Martes por la tarde, un día tranquilo en el retén de la Brigada de Salvamento Minero. Tras realizar diversas actividades con ellos Julio González, capataz jefe, me invita a pasar a su despacho. Allí me enseña diversos manuales, libros, fichas … explicándome simple y claramente para qué servía cada uno de los aparatos que en ellos aparecían o cómo se realizaban ciertas actividades y controles.

-¿Qué tipos de salidas soléis realizar?
-Principalmente son salidas para apagar incendios dentro de la mina. Antiguamente, cuando había mucha más gente en las minas pues había más accidentes de mineros que había que rescatar. Pero hoy en día, por suerte, hay cada vez menos accidentes. Entonces prácticamente ya no hay rescates. Así que prácticamente eso, de incendios.

-¿Recuerdas alguna salida reciente?
-La más reciente fue en el “Pozo de Carrio” que fue un incendio y, además, en el exterior. Un incendio en el bosque que se propagaba hacia la subestación que es donde está la corriente.

-¿Hacéis alguna otra actividad a parte de las intervenciones de rescate?
-Aquí últimamente, lo que se hace en plan de diversificación fue empezar a dar cursillos a gente de Hunosa, propiamente dicha; y después también a gente de otras empresas. De bomberos también, algunos cursillos de fortificación, de extinción de incendios, todas esas cosas.

-¿Lleváis a cabo algún modo de actuación especial en las salidas que realizáis?
-En la brigada estamos permanentemente todo el día. Hay tres turnos de trabajo, son de ocho horas. Si para el tipo de salida que es tiene que salir el equipo que está aquí, en el retén que es la estación central donde estamos ahora, entonces hay que llamar a otro equipo, al siguiente turno que le tocaría venir a cubrir el puesto de aquí de la brigada por si hubiera otra intervención. Entonces, en el momento que llega ese personal, los que estaríamos aquí saldríamos y quedaría cubierta la brigada con el otro equipo de gente.
Una vez hecho esto, el tipo de intervención va a ser en función de lo que tengas que hacer: apagar un incendio, rescatar a una persona que está atrapada con una piedra o con temas de coches, que también nos pueden llamar ahora. Aunque eso ya normalmente lo van a hacer los bomberos, ya tiene que ser una “hecatombe” muy gorda para que nos llamen a nosotros. Pero la intervención, como se va a ir desarrollando va en función de lo que tengas que hacer, porque vas a necesitar un material u otro.

– ¿Qué tipo de entrenamiento soléis hacer?
-Con los equipos de respiración autónoma, obligatoriamente se hacen dos prácticas al mes; cada quincena, una práctica. Entonces, operativos aquí ahora mismo hay tres modelos de equipos de respiración autónoma. Hay uno de circuito abierto y dos de circuito cerrado, los cuales vas intercambiando.
Después, aparte está el entrenamiento propiamente dicho que es el gimnasio y bueno, más o menos es todos los días una hora o dos horas, depende.
Y básicamente es eso. Después, en el día a día, se cogen los distintos equipos que hay por el camión y las instalaciones y se practica un poco con ellos, un poco como recordatorio a no ser que sea una máquina nueva con lo que tendremos que estar un poco más encima de ella durante los primeros días.

-¿De qué equipo disponéis?
-Como bien te comenté antes, tenemos tres equipos de respiración. Uno es de circuito cerrado, que es el que emplean los bomberos por los cuales estás respirando aire comprimido, es decir tú respiras el aire y lo que exhalas sale al exterior.
Y después están los de circuito cerrado, que ahí lo que respiras es aire generado químicamente. Tienes una botella de oxígeno comprimido; oxígeno, no aire. Y lo que hacen es: tienen un cartucho de cal que te retiene el CO2 de la exhalación, lo cual nosotros no aprovechamos. En ese cartucho se queda ese CO2, retenido por una reacción química; y lo que hace es devolverte el oxígeno que no aprovechaste completándolo con el que te aporta de la botella.

-¿Con qué frecuencia soléis tener que realizar salidas?
-Ahora cada vez menos … Es que eso es un poco complicado. Pero mira, por decirte una cifra aproximada, a lo mejor salimos … una vez cada dos meses o cada tres. Cuando antes, hace quince años, salían dos veces a la semana por lo menos.

-¿Y de qué gravedad suelen ser los accidentes actualmente?
-Pues lo que hablábamos antes. Ahora prácticamente nada. Temas de accidentes de gravedad de personal, no hay.

-¿Qué criterios y pruebas se tienen en cuenta a la hora de escoger las personas que formarán el equipo de la brigada?
-Lo que se les hacen son unas pruebas físicas. Hay una prueba de esfuerzo, que se hace en silicosis; que tienen que dar unos consumos mínimos de oxígeno y una capacidad pulmonar determinada. Y después, lo que hay son pruebas de posteo y demás. Ver como la gente maneja el hacha, como postean y demás; pruebas de habilidad, en definitiva. Lo que se lleva a “rajatabla” es la prueba de silicosis.

-¿Cuánta gente forma cada equipo de la brigada y que cargos hay repartidos en él?
-A ver, brigadistas son 10 al mes que se cambian, están un mes aquí y un mes en sus respectivos pozos y puestos de trabajo. Y como son 10 y hay 3 equipos, pues uno es de cuatro y los otros dos de tres. La función, prácticamente, todos los del equipo hacen la misma función. Siempre hay uno que tiene que llevar la voz cantante, que hace de jefe de equipo y suele ser el que tiene más antigüedad en la brigada. Básicamente entre ellos se llevan todos bien. Alguien tiene que llevar la voz cantante en situaciones de distensión, pero de otra manera todos tienen la misma función dentro del equipo.
Para ser brigadista, actualmente hay que tener una serie de categorías: picadores, barrenistas y mineros de primera. Lo que tienen que tener son conocimientos de electricidad, de tirar carbón, manejar máquinas … Los equipos pueden ser muy variados, puedes tener un equipo con tres picadores y un barrenista y otro equipo con dos mineros de primera, un picador y un barrenista. Eso no se tiene en cuenta.

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OPINIÓN: La «gran» vida de los brigadistas.

“¡Qué bien viven! ¿Y lo que cobran?” . Expresiones como estas son las que se oyen prácticamente a diario por personas que peinan la zona en la que se localiza el retén de la Brigada de Salvamento Minero, situada en Sama de Langreo (Asturias). ¿El motivo? Presenciar como un grupo de trabajadores se dedican a jugar una “pachanga” de fútbol en horas de trabajo. Pero, ¿realmente viven tan bien?.

La Brigada de Salvamento cuenta con un gran número de empleados, distribuidos en turnos de ocho horas pero que, al parecer, “no hacen nada y cobran mucho, viven como Dios”. Esta es la impresión que te llevarás si decides pasear por los alrededores del retén.

Pongamos un caso concreto creando un personaje llamado Alberto. Lleva trabajando como brigadista cinco años y este mes, por fin, está de vacaciones. Ha podido irse con su mujer y sus dos hijos, de cuatro y seis años, a Málaga. En la madrugada del quinto día de desconexión, recibe una llamada reclamando su presencia, en menos de un día, para trabajar en el rescate de dos personas atrapadas en el Pozo Sotón.

Con el hotel pagado por una quincena y el viaje de casi doce horas, tiene que volverse a Asturias antes de completar su quinto día de vacaciones. A la tarde llega al retén, se prepara y se va a la hazaña. Todo va bien, la exploración exitosa y alcanzar a los dos mineros atrapados es cuestión de minutos. Pero este triunfo llega a su fin cuando toneladas de carbón les atrapan, dejándolos entre una masa de desesperación y dolor.

Horas más tarde la operación parece haber tenido éxito: los dos mineros han sido trasladados al hospital. Pero, ¿y Alberto?. Para él no ha sido la mejor de sus intervenciones, tal vez sea porque ha sido la última. Atrás deja sus vacaciones en Málaga, a su mujer y a sus dos hijos. También se ha despedido de sus partidos de fútbol, de sus horas en la sauna y de sus tardes compartiendo programa de cotilleos con sus compañeros de trabajo.

Tal vez uno de esos mineros por los que Alberto ha dado la vida sea quien dijo “que bien viven estos” o quizás sea el hijo de quien criticó a “esos vagos indecentes”.

El motivo de esta pequeña historia no es más que un intento de hacer que todas las personas que alguna vez en su vida han pensado algo así, lo hagan desde su más sincera sensatez y coherencia, teniendo en cuenta el gran riesgo al que se exponen estos trabajadores cada vez que sucede un accidente, sin olvidarnos del sujeto trabajo que realizan: veinticuatro horas del al día activo y disponible por si alguna catástrofe les reclama.

Con estas líneas quiero pedir tranquilidad y comprensión, ya que siempre que observemos estas situación de relax entre los trabajadores de La Brigada de Salvamento, recibamos su tranquilidad, sabiendo que todo está bien y que ninguna vida está corriendo peligro.

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Suplemento realizado por Iris López en el mes de mayo de 2010. Dedicado a la Brigada de Salvamento Minero y a sus hazañas a lo largo de su memorable historia.

Fotografía: Iris López.

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